DEPORTES
4 de junio de 2025
HAY UN GOL, DÉJELO VENIR

Especial Darío Giuliani
Estamos en el club Savio 80. Villa Lugano. Es enero de 1994. Hace poco empecé a participar en las transmisiones de fútbol del ascenso que encabezaba Miguel Ángel De Renzis en un programa por Radio Argentina que se llamaba "Fútbol Color ". Esta producción tenía la particularidad de mandar cronistas a absolutamente todas las canchas desde el Nacional B hasta la Primera D.
En aquellos tiempos apenas había internet y el Google maps no existía. Para llegar a aquellas lejanas canchas había que consultar con la guía Filcar. La misma te indicaba que colectivo tomar para llegar en tiempo y forma.
Mi debut fue en Savio 80 en la calurosa tarde del 26 de febrero para cubrir Yupanqui vs Centro Español.
El alma de aquellas transmisiones era la presencia en cada uno de los escenarios. Todos los equipos tenían su momento y su espacio radial. El programa empezaba casi al mediodía y terminaba cuando los estadios estaban casi a oscuras y en dónde solo quedaban dos personas en una cabina iluminada que seguían hablando de el partido que había pasado y cotejaban estadísticas mientras daban la tabla de posiciones, los goleadores y la próxima fecha.
El predio del club Social Deportivo y cultural Savio 80 no contaba con tribunas ni plateas. Solo había una pequeña edificación que eran los vestuarios y luego el alambrado perimetral. De fondo los altos monoblocks desde donde los vecinos seguían el desarrollo de los partidos.
Recuerdo que fue un partido áspero, trabado y con pierna fuerte. Típico del ascenso. Un campo de juego raleado y desparejo. Mucha marca y poco fútbol. Cerca del final llegó el gol de Yupanqui convertido según mis apuntes por un tal Sergio Russo para el inamovible 1-0.
Recién ahí pude acercarme al teléfono público cercano a la cancha y gritar bien fuerte el famoso "Hay un gol" para que De Renzis desde el partido principal dijera :" Déjelo venir".
Una alegría indescriptible me acompañó en mi vuelta a casa. Me sentía un periodista deportivo de verdad.
Luego me tocó viajar por todo el conurbano. Conocí muchas canchas siempre acompañando por mi sobre de cuero negro, mis lapiceras, mi cuaderno, mi grabador y mis ilusiones.
En cada uno de esos sábados fui formando mi amor y mi respeto por el fútbol del ascenso, su historia, su gente, su folclore, sus luchas y sus penurias.
En jornadas con frío, lluvia, viento o calor. En cabinas, pupitres o al borde de un vetusto alambrado siempre traté de hacer mi labor con honestidad.
El tiempo pasó y la llama que aquel pibe de apenas 20 años encendió en Savio 80 sigue viva y despierta buscando una fantasmal cabina de teléfono para llamar al estudio y decir bien fuerte "Hay un gol" mientras del otro lado espero que un relator imaginario me diga : " Déjelo venir..."